HACIA LA REFUNDACIÓN DEL ESTADO PLURINACIONAL Y DEMOCRÁTICO
Por: Manolo García García
Asociación para el Desarrollo Comunitario (Aserjus)
REFUNDACIÓN DEL ESTADO
En la
realidad de la Guatemala de hoy, se ve la necesidad, cada vez más urgente de cambiar
los patrones de organización política del estado colonial actual y la forma como se estructuran en el, las
relaciones sociales, económicas y políticas, entre las personas y entre los
pueblos, determinadas fundamentalmente por la concentración del poder en un
pequeño estrato social que se apodera de todo y basadas en las condiciones de
dominación con las que dicho poder se
determina y ejerce.
Se habla
entonces de la refundación del Estado como un proceso por el cual se trata de cambiar la institucionalidad
y el sistema jurídico político y administrativo, es decir, cambiar la
forma cómo se establecen las leyes y se
ejerce el gobierno, así como la
ocupación del territorio, el uso de los recursos naturales y la distribución de los medios de producción.
En nuestro
caso la búsqueda va hacia la construcción un Estado plurinacional y democrático, es decir,
constituido por los pueblos como nacionalidades, descartando todas las formas
de colonialismo, explotación y opresión
que le han caracterizado y que han permitido la consolidación de los despojos,
que, desde la invasión española y con diferentes justificaciones, se han venido
dando en todo el proceso histórico, y hasta el momento actual, en el que nos
enfrentamos a la invasión de las empresas trasnacionales, que en alianza con los grupos poderosos locales, económicos
y militares, están invadiendo y
saqueando a las comunidades con la minería, las hidroeléctricas, las petroleras
y el despojándolas y ocupando sus tierras para la producción de agrocombustibles.
La
refundación del Estado como lo entendemos requiere de un proceso de reconstitución de los pueblos como
nacionalidades. Un proceso en el cual
comunidades con una historia, identidad, cultura y territorio comunes, se unen para ejercitar derechos colectivos, en virtud de los cuales
pueden establecer libremente su condición política y proveer asimismo a su
desarrollo económico, social y cultura,
determinando dentro de ello, autoridades propias, principios y normas para la
administración de justicia, estructuración de su gobierno y formas propias de
organización política administrativa, según usos y costumbres, hacia su autodeterminación y autonomía.
La
refundación del estado supera y va mas
allá del crecimiento económico y la acumulación de capital que han sido la base
del concepto de desarrollo del mercantilismo y la industrialización en el
modelo dominante.
La
idea de un Estado plurinacional y democrático proclama entonces la necesidad de volver a un
sistema de relaciones sociales basadas en valores humanos, de comunidad, de
solidaridad y de respeto a la madre naturaleza, todo en términos de equilibrio
y armonía, propiciando una verdadera calidad de vida en su integralidad.
La
concreción de todo esto entonces, implica en nuestras sociedades, cambios
estructurales que requieren de un amplio protagonismo popular y social, pasando
ineludiblemente por la recuperación de las formas sistémicas de organización
dentro de las comunidades, de la misma manera como se armaba el tejido social
ancestral maya.
La comunidad como base para la refundación
del Estado
Hay
fuertes indicios de que desde los tiempos de los mayas originarios, antes de la invasión de
teotihuacanos y toltecas, la organización política como pueblo con su
territorio, se estructuraba en sistemas de comunidades, cuyo gobierno era un
sistema de cargos con grupos, comisiones
o comités, etc, con reivindicaciones o
acciones especificas, que, en la acción colectiva territorial y sectorial, se
entrecruzaban. No se estructuraban en jerarquías, con elites que centralizaran
el poder y la autoridad.
Las
comunidades a su vez estaban organizadas también como sistemas de personas, con
su diversidad de potencialidades, determinadas por sus nawales de nacimiento,
es decir, como sistemas de personas. El gobierno de sus asentamientos era
también un sistema horizontal de cargos (Kamalb’e, Ajq’ijab’, etc.) cada uno
con diversas funciones de servicio comunitario.
Seguimos
creyendo que tenemos que buscar dentro de nuestros pueblos, desde sus
comunidades que aún persisten, las fuerzas y las experiencias que permitan la
reconstrucción imprescindible del tejido social y buscar los elementos que
pueden ayudarles a potenciarse con toda su riqueza organizativa, histórica y
cultural
Estamos convencidos de la persistencia histórica de comunidades y de
organizaciones sociales locales con posibilidad de coordinarse, territorial y
sectorialmente, como un factor clave para la resistencia y la generación de
poder de la mayoría de la población, no solo política e identitaria, sino
también orientadas hacia la soberanía alimentaria y la defensa del territorio,
buscando garantizar la subsistencia material, mediante la organización de las
economías
locales y la construcción de una sociedad equitativa y justa.
Se
trata ahora de retomar estas formas de organización, de comunidades
organizadas, buscando a su vez la articulación con otras comunidades en los
ámbitos municipales y departamentales y como pueblos o nacionalidades unidas
por vínculos propios como las formas de
organización y de relacionarse, de construir su tejido social comunitario e
intercomunitario, de construir su cultura con
idioma propio, formas de vida, economía, cosmovisión, concepción sobre la tierra, forma de
administrar y proteger los recursos naturales, constituir sus formas de
gobierno o autoridades.
Es allí, en ese contexto de lo local, desde donde debe retomarse y
seguir reconstruyendo la unidad y la organización comunal y su articulación en
coordinadoras municipales, en las formas que las mismas adopten, con la
participación conjunta de asociaciones de comunidades, organizaciones sociales
locales, consejos de desarrollo, autoridades ancestrales y grupos productivos
locales.
Fortaleciendo su poder local y con él, su capacidad de abrir espacios
de participación, de promover prácticas democráticas y de buen gobierno y de
diálogo y negociación con los gobiernos municipales, en primera instancia, pero
fortaleciendo, asimismo, su capacidad de participación en movimientos
regionales y nacionales con posibilidades de lucha, negociación e incidencia en
la definición y ejecución de las políticas públicas, regionales y nacionales.
No se trata de iniciar nuevas historias, sino de descubrir y
retomar los procesos que, poco a poco, se han venido gestando entre los esfuerzos
y las luchas de los grupos en las comunidades urbanas y rurales, como actoras
de larga duración, y que ahora, entre los espacios que abrieron los acuerdos de
paz, la valoración de las formas propias de organización, la lucha por hacer
funcional el sistema de los consejos de desarrollo y la descentralización, en
la alianza con las organizaciones sociales locales, pueden generar procesos más
amplios de articulación territorial y sectorial, hacia la construcción
democrática del país y su desarrollo integral.
Carta Internacional de Derechos Humanos de la ONU, el Pacto
Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Pacto